Una de las preocupaciones existentes tanto en la administración pública como entidades del tercer sector es cómo poder implementar una perspectiva LGTBI+ en los servicios y recursos de la Dirección General de Atención a la Infancia y Adolescencia (DGAIA), que pertenecen al Departamento de Derechos sociales.

Precisamente, con este objetivo de fondo, nace la guía "Cómo incorporar la perspectiva LGBTI+ a los servicios y recursos de la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia", impulsada por la Secretaría de Infancia, Adolescencia y Juventud, así como la Secretaría de Igualdad, a través de la Dirección General de Políticas Públicas LGBTI+ del Departamento de Igualdad y Feminismos.

En el marco de esta guía, Suara Cooperativa ha podido presentar dos vivencias que han tenido lugar en el Piso Asistido 16-18 Isla del Ebro y el Piso Asistido 16-18 La Ràpita, que compartimos el día que se presentó este documento, el pasado 4 de octubre en la delegación de la Generalidad de Cataluña en Tortosa.

A raíz de nuestra experiencia, hemos podido determinar que a la hora de trabajar las realidades LGTBI+ en nuestros servicios, no existe una única respuesta como tampoco existe una única manera de hacer. Cada servicio residencial (Centros de acogida, SPAAI, CRAE, Pisos asistidos) tiene su propia idiosincrasia; así como su propia cultura interna a nivel general, de equipo educativo y, evidentemente, de usuarios.

En este sentido, hay que enfatizar que no es lo mismo un grupo de adolescentes de 16 a 18 años nacidos en Cataluña; que otro de niños de 5-6 años conviviendo con pre-adolescentes; o uno de jóvenes migrantes. La forma de trabajar el día a día con cada uno de estos colectivos será diferente porque la propia cultura de cada grupo (que implica la edad, el nivel académico, las creencias religiosas, la procedencia social, entre otros) que los definen son diferentes. Por tanto, sin duda, trabajar la perspectiva de género también lo será.

Si pudiéramos definir con una sola palabra cómo tratamos la diversidad LGTBI+ en nuestros servicios, la respuesta sería NORMALIDAD. Y es que la sexualidad de cada individuo no debe ser un rasgo diferencial, condicionando de nada ni excluyente. O al menos, no debería serlo. Es lo que precisamente planteamos nosotros. No dar importancia a lo que no debería tenerlo.

Partiendo de esta premisa, como equipo educativo, nos planteamos que lo que sí debemos hacer, que estamos obligados a hacer, ya no como profesionales, sino como personas es no prejuzgar, saber detectar posibles peligros y conductas de riesgo y sobre todo, ESCUCHAR. Y es que quizás uno de los peores males de esta sociedad nuestra es que, a veces, tenemos la manía de no escucharnos mucho.

A partir de ahí, como profesionales, debemos ser capaces de individualizar nuestra labor en cada caso en concreto, ya que cada persona LGTBI+ vive su sexualidad de una forma muy diferente al resto. En nuestro caso, para más inri, estamos hablando de adolescentes que están en proceso de descubrimiento sexual que, a veces, les cuesta entender y que proceden, en la mayoría de casos, de entornos conservadores, inhábiles y represores que no les han acompañado en ningún momento en este proceso de descubrimiento. Una piedra más añadida a la mochila que ya arrastran por toda la historia familiar que les rodea.

A continuación, le presentamos la historia de Anís y Nico y su punto de vista hacia el trabajo de inclusión LGTBI+ que se hace en los servicios que se gestionan desde Suara Cooperativa.

Anís: l’èxode imposat

“De pequeño me encantaba jugar con las muñecas de mis primas. Las peinaba, les cambiaba los vestidos y las maquillaba. Hasta que venía mi madre con cara de manzanas agrias. Me estiraba el brazo de malos modos y me apartaba de lo que me gustaba tanto hacer, pero que, según ella, era peligroso para mí. Y hacía temor”, relata Anís, de origen argelino.

Desde pequeño, se dio cuenta de que no encajaba en aquella tierra, ya que los niños y niñas se mofaban de él porque parecía una chica. Nunca entendió por qué sus padres no le defendían. A los 12 años se despertó el deseo sexual hacia los hombres y comprendió que esto era un problema en Argelia. Su padre, incluso, le llevó al psicólogo para ver si podía curarle. "Según mi padre y todos los padres de Argelia, en nuestro país no existen las personas homosexuales", narra Anís, que añade que en esta región es un delito que se condena con prisión.

Todo estalló el día que conoció a un chico. Sus padres se fueron de acampada y él dijo que se quedaba en casa porque no se encontraba bien. Su madre no lo creyó. “Cuando estaba solo en casa, ese chico guapísimo que había conocido vino para estar conmigo. Nos besamos y terminamos en la cama. Y fue entonces cuando mis padres volvieron de imprevisto”, recuerda.

Después de eso, estuvo una semana encerrado en casa. Sus padres tenían el dilema de si denunciarle o no. Finalmente, la familia decidió que se marchara a Europa y su padre le acompañó a Barcelona donde durmieron una semana en un hostal. Ningún conocido quiso hacerse cargo de él y, por eso, su padre le dio cien euros y le dijo que fuera a la policía. “Antes era creyente. Ahora ya no. Un Dios no las hace estas cosas”, enfatiza el Anís.

De la comisaría le llevaron a un centro en la Ametlla de Mar para jóvenes migrantes. “Yo que pensaba que ya había pasado lo peor y podría ser realmente libre, de repente me encuentro rodeado de la misma gente y la misma cultura que me echó de mi país”, explica Anís, que afirma que se volvió a reprimir. Ahora bien, las educadoras sociales del centro percibieron su orientación sexual y movieron los hilos pertinentes para que pudiera ir a un piso en La Ràpita: "Y allí se me abrió el cielo".

Se muestra muy agradecido con las personas que se ha encontrado en este espacio: “No me importa decir que los educadores y educadoras del Piso La Ràpita son mejores que mi familia. Es lo que siento. Siempre están pendientes de mí. Me preguntan cómo me siento y si necesito ayuda, saben cómo buscarla. Me escuchan. Me escuchan mucho. Les puedo explicar todo lo que me ocurre sin tener que reprimirme”.

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Nico: la mariposa

En un demoledor relato, Nico confiesa que durante muchos años su propia vida le dolía a los ojos y la odiaba, por lo que se había acostumbrado a vivir entre la oscuridad. “Como las lombrices de seda, que la primera vez que las voces solo te dan asco”, expresa el joven. Su madre murió cuando él era pequeño y su padre nunca le comprendió.

“Siempre he sido Nico. Pero antes no me decía así. Al parecer, cuando nací, alguien decidió que me estaba mejor el nombre de Anna. Y desde que tengo memoria, recuerdo que siempre me vestían con ropa de niña”, relata. También, le regalaban muñecas, le hacían llevar el pelo largo o se reían de él porque jugaba con niños. Pero lo peor estaba por llegar. “Mi cuerpo empezó a cambiar. Y se me hincharon los senos como dos balones y mi cuerpo escupía sangre. Y yo solo quería morirme e irme con mi madre”, rememora.

Se sentía como si le hubieran puesto en un cuerpo al que no le correspondía, lo que decidió contárselo a su padre. “Empezó a odiarme. Y siempre estaba enfadado conmigo y no quería de ninguna de las maneras dejarme ser lo que era”, resalta. A raíz de esto, se empezó a automutilar porque quería desaparecer. Pero una de estas veces se le fue de las manos y tuvo que ir al médico. A raíz de esto, se activó un protocolo, encontró a personas que le escuchaban y, lo más importante, que lo entendían. “Me explicaron que todo el mundo tiene derecho a ser quien quiere ser y que nadie tiene derecho alguno sobre nadie, en estas cosas. Ni los padres”, explica. En ese momento, le ofrecieron a su padre que le dejaran marcharse y aceptó. Así es como terminó en el Piso Isla del Ebro.

En ese espacio, desde el primer momento, le trataron como el chico que es. Además, no solo le han respetado, sino que también se ha sentido acompañado y que le quieren tanto las educadoras sociales como el resto de compañeros y compañeras. “Ahora nos enfrentamos a mi proceso de tránsito. Y también lo hacemos juntos. Me escuchan y me aconsejan de los pros y los contras. No me presionan en nada. Siento que tome la decisión que tome, me darán apoyo incondicional”, afirma Nico, que concluye: “Pasará mucho tiempo hasta que volvamos a reconciliarnos, la vida y yo. Pero siento que poco a poco me voy deshaciéndome de la envoltura que me oprimía, de cuyo capullo era rehén. Siento que poco a poco, dejo de ser un gusano de seda para convertirme en mariposa”.

 

Marc Bolet Benito

Director del Piso Asistido 16-18 La Ràpita