¿Piensas en la acogida de niños? Lee la experiencia de Antonia Santos como familia de acogida.


Hacía muchos años que ya me había interesado por la acogida familiar, incluso antes de haber tenido a mi hijo biológico. Como profesional del sector social, era consciente de la importancia de la acogida familiar, como una alternativa para proporcionar un entorno adecuado a niños que han vivido situaciones sociales difíciles. A pesar de ese interés, siempre mi jefe me decía que todavía no era el momento…
 

Con el tiempo, volví a pensar en la idea de ser familia de acogida. Al mismo tiempo, era consciente de que dar ese paso requeriría no solo de mi voluntad e implicación, sino de toda la familia. Durante las conversaciones sobre el tema, tanto mi hijo biológico de doce años, como mi pareja mostraban curiosidad y empatía cuando les hablaba sobre el gesto altruista de ser una de esas familias que decidían compartir su día a día con niños y jóvenes que lo necesitan. A raíz de aquellas conversaciones, la idea caló en el imaginario familiar y cogió consistencia, evolucionando hacia un proyecto ilusionante.

Una vez tomamos la decisión, contacté con el ICIF Terres de l'Ebre —Institución Colaboradora de Integración Familiar— para ofrecer nuestro interés. Durante las primeras sesiones, recibimos información sobre el proceso y después empezamos las jornadas formativas.

Las cuales, nos parecieron imprescindibles para comprender que no es suficiente con ganas de amar, compartir y dar seguridad y ternura. Se debe poder ayudar a los hijos e hijas de acogida a comprender su propia historia personal, a construir su identidad y realizar un acompañamiento hasta que puedan volver con su familia de origen, ser derivados a otro recurso más adecuado o hasta la mayoría de edad. En este sentido, existen dos conceptos básicos que deben asimilarse si quieres ser familia de acogida: que se trata de una situación temporal mientras la familia de origen no se puede hacer cargo y que ha establecido un contacto entre el niño y su familia de origen.

Por mi formación y experiencia profesional, junto con la dedicación que en el ámbito familiar podíamos ofrecer, nos valoraron favorablemente como familia acogedora UCAE, que significa «Unidad Convivencial de Acción Educativa». Uno de los rasgos más distintivos de un acogimiento en régimen de UCAE es que se dirige a niños y adolescentes que, debido a sus circunstancias o características especiales, tienen dificultades para acceder al acogimiento ordinario, ya que requieren una atención más especializada.

Cualquier niño que ha pasado por una situación de desamparo después de una situación familiar complicada requiere todo el apoyo institucional y asistencial para tener una alternativa que les permita la inclusión social y un adecuado desarrollo personal. Este objetivo es mucho más difícil cuando se trata de niños con diversidad funcional o necesidades educativas especiales. De ahí la importancia de poder disponer de familias con las características adecuadas para poder constituir una UCAE.

Una mañana recibí una llamada de nuestro referente del ICIF “Instituciones Colaboradoras de Integración Familiar”. Me hablaron sobre dos hermanos, de 7 y 9 años, uno de ellos con necesidades educativas especiales (NEE). Ambos se encontraban en un Centro Residencial de Acción Educativa (CRAE) donde llevaban años institucionalizados, desde que eran muy pequeños, y eran candidatos a ser acogidos por una familia de acogida de UCAE. Al contarnos su historia no lo pensamos dos veces, y fue cuando iniciamos la carrera y se amplió la familia. Pusimos en marcha un acoplamiento de varios meses. Primero fueron unas tardes con supervisión del técnico del ICIF, que siempre nos ha acompañado y apoyado. Después pasamos a algunos sábados, fines de semana enteros y finalmente, una vez terminado el curso escolar, les dimos la bienvenida a nuestra familia.

Los inicios fueron idílicos, "estábamos en la luna de miel" pero al cabo de un tiempo, había días que pensaba que dábamos un paso adelante y dos atrás. La adaptación no resultó fácil y, aunque eran sabedores, las necesidades de los niños representaban unas dificultades muy elevadas. Surgieron las dudas sobre nuestra capacidad de ayudarles como se merecían. Ellos tampoco lo tuvieron nada sencillo, con sus inseguridades, habían empezado una vida con una nueva familia, un nuevo entorno, nuevas normas y costumbres, así como una nueva escuela, con compañeros que les preguntaban quiénes eran y de dónde venían. Sin embargo, nada que valga la pena es fácil.

Nuestro viaje con la acogida nos ha revelado que la red de recursos, la comunidad y los vínculos sociales son esenciales de cara a la adaptación y desarrollo de estos niños. En nuestro caso, mi formación profesional y la experiencia laboral adquirida durante años, nos ayudó a ir más allá de la familia de acogida y construir una red de implicación: entidades como el Instituto Colaborador Integración Familiar ( ICIF), Centro de Salud Mental y Juvenil (CSMIJ), Equipo de Atención Psicopedagógica (EAP), escuela de primaria, instituto de secundaria, casales de recreo de verano…

En cuanto a las personas del entorno, los abuelos y el resto de nuestra familia, ha facilitado la convivencia y la vinculación, protegiendo los afectos. Apoyándonos en momentos de necesidad o cuando ha sido necesario un fin de semana de descanso. También queremos hacer valer la importancia de las amistades, que nos regalaron maravillosos momentos de socialización con los niños. Aunque, desgraciadamente, hemos comprobado que todavía tenemos mucho camino por recorrer para convertirse en una verdadera sociedad humana, inclusiva y diversa. Tristemente, hemos podido descubrir a personas de nuestro entorno con prejuicios lamentables.

Gracias a la acogida, hace algo más de cinco años que somos familia numerosa. Hemos recorrido juntos una carrera que ha merecido mucho la pena, estoy muy satisfecha con mis hijos de acogida y con los vínculos que hemos construido juntos. Estamos en el mejor momento de la carrera.

Hoy empezamos a vislumbrar nuevos retos. Dejamos atrás la infancia y nos adentramos en la no siempre fácil adolescencia. Esperamos poder llegar a la meta de la acogida, pero no al final del vínculo, y ver cómo estos jóvenes construyen su futuro como adultos.

Antonia Santos
Trabajadora social del equipo técnico y los equipos de valoración de malos tratos (EVAMI)